Tendría que ponerlos en contexto ya que muchos hemos olvidado como era la vida en México o al menos en el municipio del estado de México donde viví mi adolescencia en los tempranos noventa.
La música la oías porque tus amigos la oían, no existía ni siquiera Napster, vamos, ni el Internet, ni el mp3, se grababan cassetes de 60 o 90 minutos y se compartían entre la banda con rolas mezcadas entre Black Flag, Mother Love Bone, L7, The Smiths, era difícil comprar discos de música “alternativa” así se llamaba la corriente de la época. Afortunado si eras “clasemediero” y salías al gabacho de vez en cuando, porque con el dólar a 3.20 regresabas con cajas largas de “compact discs” en su versión importada, ya que no existía otra forma de conseguirlos, no se editaban en México mucha de la música que nos gustaba, ni hablar de un concierto. Los festivales de música estaban en borrador haciendo sus pininos con Lollapallooza. Nadie podía imaginar a Pixies, a The Melvins o a Janes Adicction lidereando un festival, ellos eran grupos de bar. El Underground era un término amado y la etiqueta Parental Advisory Explicit Lyrics fungía de sello de calidad en los discos que uno conseguía en el chopo, bazares o en tiendas caseras de discos, No existía la cadena Mixup.
Tampoco existía esa onda rocker ni boutiques que la vendieran, las cadenas de ropa eran más onda Benneton que Hottopic, así que si realmente eras rocker te veías diferente, no vendían calaquitas rosas, ni ropa a franjas negras y grises para las chicas en Liverpool. Masivamente no existían los celulares, al menos no tan accesibles como lo son hoy. Términos como ringtone, mp3, ipod, .com, web, no significaban absolutamente nada.
Se conseguía de forma más difícil lo que querías leer, había un par de revistas buenas para el under, pasquines en su mayoría, la Rolling Stone sólo la podías leer en inglés en el aeropuerto y después en el Sanborns junto con la Fangoria y la Kerrang.
Suena a la prehistoria. Para muchos hoy quinceañeros talvez si lo sea.
Pero no estaba todo tan jodido, MTV lanzaba su versión Latina en español y sin Headbangers Balls, La mata larga y rasurada por debajo era la moda.
Y sin darnos cuenta estábamos en plena explosión Pop, vivíamos el Grunge.
Un día en Los ángeles compré el Subpop 200 un disco en caja de cartón con grupos raritos… Nirvana, Mudhoney, Green River, Tad y Soundgarden entre ellos.
Con el tiempo descubrí que un par de mis amigos sabían de su existencia y los medios empezaban a llamar al movimiento musical de seattle “Grunge” los reflectores iluminaban hacía Seattle, cualquier banda que sonara como Seattle era chingona, Culpa de Nirvana.
Nirvana me atrapó desde que escuché el Subpop 200, después conecté el Bleach y todo se Bleachó para mi, “El Heavy metal ha muerto” pensaba mientras alternaba mi cassete de Nirvana con Guns and Roses y hallaba ese sonido diferente a lo demás… ¿Es punk? ¿Qué se yo del Punk? No tengo ni 18 años… pensaba.
Dicen que un fenómeno pop es cuando un artista o un grupo detonan cambios en la sociedad y Nirvana lo hizo.
Kurt se vestía, como podía vestirse, hoy sabemos mucho de el y se ha hecho un mito, pero en esos días no sabíamos que usaba ropa de Salvation Army y que usaba capas de ropa para no mostrar su escuálido cuerpo, un adolescente no cuestiona eso, busca role models y eso hacíamos. Comprando camisas de leñador en K-Mart, recortando los dedos de los guantes para el frío, dejándonos el pelo largo y los tres pelos que nos salía por barba, perforándonos el oído izquierdo, usando jeans viejos o incluso rompiéndolos con lijas para que quedaran los puros hilitos y consiguiendo en mercados o en tepito un par de converse negros de entre los 5 únicos colores de converse que existía y que no vendían en ningún lugar cool. Los que tenían mejores recursos se portaban un par de Dr. Martens que compraron en Mc Allen cuando fueron en navidad con su familia.
Ya te veías chingón como todos.
Después vino el Nevermind y todos mamaron a Nirvana. Ahí terminó de explotar todo, llegó Alice in Chains, Stone Temple Pilots, Pearl Jam, todo el mundo oía “alternativo” y era “Grunge” una explosión tan rápida y efímera que muchos ni siquiera notaron en su propia época.
Una explosión que terminó hace 15 años cambiando el rumbo de la música y que terminó con el estallido de una remington.
Ahí estaba yo, en el tianguis del chopo. Vi un parche de Nirvana en color negro con la carita muerta que hoy todos conocen, en esa época era un iconito original y hasta medio chistoso. Le quedaba a mi chaleco de mezclilla negro, ahí mismo me senté en la banqueta y reemplace el parche de Megadeth por el de Nirvana.
Mis converse mascaban el chicle del piso con sus suelas gastadas y mi pantalón roto por todos lados me hacía sentir el frío del suelo por un hoyo que tenía en una nalga, mi mata me cubría la cara, mis anillos de calavera se asomaban apenas entre mis guantes sin dedos y yo cosía mi parche en la banqueta del puesto donde lo compré en el Chopo. No era una cuestión económica, era actitud.
Regresando en el camión escuchaba a Nirvana en mi walkman y leía en una Rolling Stone importada y gastada porque compré usada en el chopo, una entrevista de Kurt Cobain, donde hablaba de cómo quería tocar más acústico como en el unplugged, de cómo era su vida como padre y qué futuro tenía su música, quería sonar más como R.E.M
Y al llegar a casa de mis padres y encender MTV Latino, vi a Alfredo dar un reporte especial, había un cuerpo sin vida y con un disparo de escopeta en la casa de Kurt Cobain en Seattle.
Ese día de abril de 1994 entendí que la muerte era real.
Entendí porqué mi maestra de inglés lloraba en 1980 cuando mataron a Lennon.
Lo que no entendí es porqué había muerto Kurt Cobain, hoy se manejan muchas cosas alrededor de su muerte, suicidio, homicidio y muchos se sienten expertos en el tema y hablan de qué sucedío. Yo sólo puedo hablar que qué me sucedió a mi. Porque es lo único que sé. Ese día murió el único tipo del que alguna vez fui fan. Ese día murió la ola alternativa que cambiaba los charts de música en el mundo. Ese día lloré por un rockstar y entendí que tenía el último disco en la vida de Kurt Cobain, que en mi walkman estaba el último material de mi ídolo y que no habría ninguna sorpresa más de su parte.
Que el mundo era injusto y que la muerte era real, no sólo un tema para escribir canciones de Heavy.
Nunca lloré por ningún famoso como ese día, no entendía porqué lloraba pero me dolía mucho. Mi realidad se encrudeció cuando esa misma noche Jacobo Zabludowsky lo confirmó por la noche.
Era el cuerpo sin vida de Kurt Cobain hallado en su invernadero junto a una Remington.
Me preguntaba.
¿Se iba a acordar alguien de el, tanto como yo?
Hoy todos lo elevan a las alturas de Jim Morrison, pero en ese entonces pocos éramos tan fans.
Al menos en mi vida en mi pequeño municipio del estado de México.
Recuerdo que ese día pensé que nunca iba a conocer a alguien mejor que el y lo sigo pensando hasta el día de hoy 15 años después de su muerte.
Porque me pueden gustar muchas bandas pero sólo se es fan de una.
